sábado, 2 de mayo de 2015

LO RESCATE ÉTICO. SIN COMPLICACIONES. SIN EUFEMISMO




 



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El rescate ético: dilema nacional

Escrito en Artículos

El rescate ético: dilema nacional

     

En una de sus lecciones sobre ética el insigne filósofo hispano-venezolano Juan David García Bacca hizo énfasis en los espacios de la Universidad Central de Venezuela sobre la necesidad de formar ciudadanos y profesionales moralmente íntegros si en verdad queríamos tener un país y una sociedad de primera categoría. Leamos lo que dijo al respecto: "Para ser moralmente bueno es preciso que se practiquen cosas buenas, que se las practique libremente y que se las practique habitualmente con virtudes. La sociedad, el orden social, solo puede fundarse con virtudes, no con actos sueltos de los hombres, pues solo las virtudes dan seguridad y estabilidad. Y como el hombre está viviendo y tiene que vivir en sociedad, un hombre particular no será bueno si no practica virtudes sociales. A cada virtud se opone un vicio. A la justicia se opone la injusticia; a la lealtad, la deslealtad; a la prudencia, la imprudencia; al respeto, el irrespeto… Y así como es un deber del hombre practicar las virtudes, es un deber suyo no practicar los vicios". En una sociedad como la nuestra donde lo anormal se ha tornado en normal y donde los antivalores ahora son valores y los vicios son virtudes, se impone a cada ciudadano, consciente por supuesto de esta tragedia, la necesidad de oponer los principios, los valores y las virtudes transformadas en una práctica social cotidiana, en la misión de lograr un rescate ético del país, antes de que sea demasiado tarde.

El deterioro de la ética a todos los niveles, instituciones y organizaciones ha sumido a nuestra sociedad en un oscuro, maloliente y tétrico pozo que está intoxicando y ahogando a los ciudadanos que con una dosis de desesperanza no ven los atisbos de una vía de salida al flagelo de la corrupción que arropa al país. Este mal que ha hecho metástasis en los días que corren fue denunciado a su tiempo en sus reflexiones sobre la ruta y destino del país por un gran venezolano como Arturo Uslar Pietri, quien señaló con justificada preocupación: "La corrupción aumenta sin cortapisas y a pesar de escandalosos casos flagrantes, no se ha dado castigo ejemplar a ninguno de los ostentosos petulantes que todo el mundo conoce".

La corrupción corroe las entrañas de Venezuela desde hace mucho tiempo; desde las plataformas de la clase política que ha actuado en los papeles de gobierno y oposición, el asunto se ha convertido en un tema electoral pero no en un tema nacional. Uslar propuso al liderazgo político como punto de partida para enfrentar con voluntad y decisión el flagelo, la rectificación a fondo de las políticas facilistas, producto de una práctica demagógica y clientelista, que podrían llevar al país a trágicos desenlaces; en tal sentido dijo: "Hay que terminar con la economía subsidiada, la complacencia paternalista, la ciega dependencia del petróleo, para crear una economía nacional sana y competitiva y para ello realizar una política de solidaridad social fundada en el estímulo al trabajo y el esfuerzo individual, que forme a un venezolano menos dependiente de la ayuda gubernamental y más dueño de sí mismo. Poner fin de una vez por todas a la tolerancia cómplice de la corrupción y comenzar a castigar a tanto delincuente en insolente y ostentosa impunidad". Esto lo escribió en su columna Pizarrón del 5 de marzo de 1989 en El Nacional… 26 años después ¿No suenan como actuales las palabras de este venezolano de excepción?

Es más que evidente que el país se nos está cayendo moralmente a pedazos y frente a ese terrible fenómeno no caben respuestas politiqueras, oportunistas ni sectarias. La corrupción a todos los niveles está destruyendo a Venezuela y los ciudadanos que son el alma de la sociedad civil son los directamente afectados. La política ha sido devaluada al punto de convertirse en un gran negocio para pocos en detrimento de la mayoría y todo ello por una concepción aberrante y una práctica deshonesta de la misma. Ante tal panorama el dilema ciudadano se plantea en una suerte de "ser o no ser". O la sociedad se regenera éticamente o se hunde moralmente. Habrá que pensar, elegir y actuar cada quien en sus espacios o tendremos una obtusa sociedad aborregada.

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Diego Márquez Castro

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