sábado, octubre 10, 2015 - EL TREN YA PASÓ
A un costado de El Tigre, en plena Mesa de Guanipa, sur del estado Anzoátegui, está San Tomé, que originalmente fue un campo residencial petrolero construido en 1937 por la Mene Grande Oil Company para sus trabajadores. San Tomé fue concebido con dos áreas que fueron: Campo Norte, para ser ocupado por los empleados de la llamada nómina quincenal, y Campo Sur destinado a los miembros de la nómina semanal. Cuando sobreviene la nacionalización de la industria petrolera estas instalaciones pasaron a manos de PDVSA, y continuó la consolidación de la que ya era una ciudad con uno de los hospitales mejor equipados de la zona. Y ahí en San Tomé, antiguo peladero de chivos devenido en pujante comunidad, no solo se produjo el fenómeno casi milagroso de hacer brotar allí esa población, sino también ha habido manifestaciones de miseria humana de las que poco puede uno concebir.
Luego del llamado paro cívico nacional, convocado inicialmente por la CTV y FEDECAMARAS, y que de un tiempo para acá han dado en llamar paro petrolero, en todas las zonas donde había presencia de instalaciones de la petrolera nacional, las acciones en contra de sus trabajadores fueron absolutamente insólitas. A esta altura quiero explicarles que desde hace dos meses estoy trabajando en un libro sobre el desguazamiento llevado a cabo por Hugo Chávez y Alí Rodríguez Araque del invaluable capital humano de nuestra empresa petrolera. En dicho proyecto he estado siendo llevado de la mano de dos hombres ejemplares, que gracias a esta labor han devenido en amigos que se han ganado mi respeto y admiración en la medida en que oigo sus testimonios: Eddie Ramírez y Horacio Medina.
Cuando empecé esta nota hablando de San Tomé es porque Eddie me narraba como allí en el año 2003 el oficial Gustavo Petit, en aquel momento con el rango de capitán, del destacamento 74 de la Guardia Nacional en esa población, le decía a los hijos de hombres y mujeres despedidos a cajas destempladas de PDVSA: Gusanitos escuálidos. Es revulsiva tanta indigencia espiritual. ¿Cómo podía un oficial de nuestras fuerzas armadas dirigirse en esos términos a un grupo de niños? ¿Dónde estaba por aquellos días el entonces diputado anzoatiguense y ahora devenido en Defensor del Puesto Tareck William Saab, que hoy arma tanta alharaca por su retención en México, ante semejantes atropellos a sus paisanitos? ¿En nombre de qué basura ideológica se pudo llegar a tan baja manifestación?
Pero no fue esa la única expresión de la miseria roja. En todo el país hubo un total de 16.371 niños, hijos de empleados petroleros despedidos, que fueron echados de las escuelas donde cursaban sus estudios regulares. Es un largo rosario de hechos que estos dos hombres me han ido narrando, un auténtico río de testimonios está llegando a mis manos de sus compañeros que están regados por todo el mundo. Un exilio impuesto mediante un cerco implacable en lo laboral les hizo tener que irse, y se fueron a hacer que las arenas bituminosas canadienses produjeran petróleo, o a que Colombia consolidara su presencia en esa área de negocios, otros andan por el Medio Oriente en las mismas, igual que en México, Estados Unidos, y paremos de contar. Hay quienes se han dedicado a faenas de otra índole y han obtenido reconocimientos en infinidad de otras esferas de negocios a las que se han dedicado.
Sin embargo, hay otro grupo, más de la mitad de esos 23 mil hombres y mujeres injustificadamente echados de la petrolera nacional, que permanecen en el país y para quienes la vida se les ha convertido en un infierno. Hoy me llegó uno de los tantos casos de uno de ellos, y cuyo nombre revelaré cuando reciba su autorización para utilizarlo, quien era gerente de una división en Anaco; este hombre un profesional de sobrados méritos fue contratado por un diario local como redactor de deportes y narra: "Mi primer trabajo fue cubrir un torneo de bolas criollas. Me sentí muy mal, pero decidí "hacerlo bien", seis meses después no solo la asociación de bolas criollas me había dado un reconocimiento, también fui nombrado jefe de redacción de ese diario... Abandoné el diario luego de poco más de un par de años antes de ser cesanteado, ya que fue adquirido por Maglio Ordoñez." De ahí él pasó al diario Antorcha, donde hizo un trabajo excelente por tres meses, al cabo de los cuales uno de los actuales propietarios le dijo: "Te apreciamos en verdad, haz hecho un magnífico trabajo, pero PDVSA me dijo que si sigues acá no nos darán más publicidad...y tú entiendes". Después de esto este hombre hizo otras labores hasta que comenzó a trabajar en una línea de taxistas ejecutivos en Anaco. "Estuve en eso unos 6 meses, pero fue necesario abandonarlo ya que PDVSA cesanteó a la línea al percatarse de que habíamos varios taxistas ex trabajadores". Esto lo hizo irse de Anaco para Maracay donde junto a su esposa montaron una pequeña academia de cocina: "Nos iba regular hasta que fuimos atracados. Nos robaron todo, incluyendo computadora y carro, y la quiebra no tardó en suceder… hace un par de años fui contratado por un grupo empresarial de Aragua y les administro un estacionamiento y otros bienes que tienen en un centro comercial. Gano poco más que el mínimo y ya gozo de pensión del IVSS. Mi hija recién se graduó de politóloga en la UCV, anda en busca de trabajo. Mi hijo está bastante recuperado de un penoso mal y mi esposa vende algo de pastelería". Y cierra este ciudadano ejemplar su nota escribiendo: "Y sobre todo, y a pesar de todo, no he dado Ni un paso atrás".
Una historia es tan conmovedora como la otra, y todos, mujeres y hombres no abandonan los valores de la cultura empresarial adquirida en su todavía adorada PDVSA. El propio Horacio quien tuvo que ver desde la clandestinidad como su casa y la de sus hijos eran allanadas, y pasar prácticamente solo 24 y 31 de diciembre, salir del país, padecer un cáncer y un infarto, trabajar de taxista, repartiendo pizzas, manejando un montacargas, y pese a todas las vicisitudes dice: "Ya tengo diez años y medio, pronto serán once, fuera del país físicamente pero nunca he dejado de vivir en Venezuela".
Es el mismo Horacio de siempre, agudo en sus apreciaciones, perspicaz en su análisis, asegura que asumió las responsabilidades que sus compañeros le asignaron en su momento, las cuales dice que volvería a asumir. Por ello anda en estos días recabando los fondos para que este proyecto cristalice, mientras no cesa de repetir que "es mucho más fácil cambiar la historia y olvidarse de que era un paro cívico alentado por los partidos políticos, por empresarios, por el sector sindical, y por ciudadanos. Y después lo convirtieron en un paro petrolero, porque la verdad es que no fue un segundo paro petrolero, fue un paro cívico que degeneró, derivó en un paro petrolero porque los demás se apartaron del camino".
Ambos no quitan los ojos del país y hacen observaciones a tomar en cuenta. Eddie asegura: "En las partes electorales siempre había problemas con los partidos políticos a la hora de los testigos, nosotros trabajábamos bastante en la formación de ellos, y muchas veces los partidos decían: Ya tenemos todos los testigos, no hacen falta. Y resulta que a la hora de la verdad los testigos no aparecían".
No obstante, no condenan a las organizaciones políticas. Horacio afirma: "Yo soy un hombre pro-partido, jamás voy a hablar mal de ellos, ni soy un hombre de la antipolítica, ella nos trajo a esto. Todos los que promovieron el asunto de que los políticos son corruptos, los partidos no sirven, hicieron mucho daño. Los partidos sí sirven, los políticos todos no son corruptos, lo que hay es que eliminar a los políticos corruptos y poner a los partidos al servicio de la democracia, eso es otra cosa, pero esa es una labor que nos corresponde a todos los ciudadanos. Yo si hago unas serias críticas a muchos de los liderazgos políticos de hoy, como dijera Luis Beltrán Prieto Figueroa en alguna oportunidad, que nacen viejos porque luchan por las ideas medievales. Porque no han evolucionado, porque no están en el siglo XXI, porque siguen pensando en el rentismo, y por eso la visión de futuro no es una visión clara, no son capaces de ofrecerle al país una visión distinta, de progreso, de bienestar, sino la misma situación: Quítate tú pá ponerme yo que vamos a seguir viviendo del rentismo. Y están tremendamente equivocados, porque el tren ya pasó y lo que tenemos que ver es cómo nos enganchamos para que nos arrastre, porque no estamos montados en el tren del progreso".
© Alfredo Cedeño
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