No importa lo que diga el régimen, el cual afirma que en Venezuela existe una democracia participativa, o lo que diga la oposición organizada, que tenemos un gobierno autoritario que debe ser vencido por la vía pacífica y electoral o – peor aún – que debemos negociar con ellos, la verdad es que en Venezuela se desarrolla una dura batalla que tiene al país paralizado desde hace años.
Es una batalla que se lleva a cabo en múltiples arenas. Millones de venezolanos luchan por obtener comida en el día a día. Millones luchan por no morir debido a la falta de medicinas. Millones luchan por no sucumbir frente al crimen galopante e impune. Miles de compatriotas luchan por sus derechos a viajar y a obtener divisas, derechos cruelmente restringidos para la mayoría, reservados para la burguesía del chavismo. Otro miles luchan por sus pensiones no pagadas.
Se lucha en todos los frentes, a pesar de que quienes proponen un diálogo apaciguador con la hez chavista justifican su pedimento en aras de la paz y de la concordia y como una manera de "evitar" violencia y muerte en el país, violencia y muerte que ya existe en proporciones horrorosas.
Cada año mueren 27.000 venezolanos víctimas de la violencia promovida por el régimen y todavía hay quienes hablan de la necesidad de conciliar y sonreírle al régimen para "evitar la violencia en el país".
Todas estas batallas se han estado y se están librando en Venezuela. Se recrudecen cada día ante los ojos de quienes hablan de evitarlas. De dónde vendrá esta gente que trata de negociar con el régimen? Que líquido extraño correrá por sus venas?
Dicen pertenecer a un nuevo tiempo. Pero realmente pertenecen a un pasado bochornoso. Si esta gente que hoy clama por entenderse con el régimen hubiese conducido nuestro proceso independentista todavía Venezuela sería una colonia de España. Si hubieran estado en USA como líderes en 1776, la Reina Isabel sería hoy soberana desde Vermont hasta California. Si hubiesen actuado en la Europa del siglo pasado, Hitler hubiera sido el amo del mundo.
Las batallas que rugen hoy en Venezuela son múltiples pero no hemos mencionado todavía la mayor de las batallas que se llevan hoy a cabo.
Es la batalla por el alma de Venezuela. Tenemos que darnos cuenta de que esa es la suprema batalla, la que no debemos perder, la que si se pierde, se pierde todo.
Si el chavismo y lo que representa no es derrotado decisivamente y expulsado del poder. Si el difunto sátrapa no es finalmente reconocido como lo que verdaderamente fue: un déspota ignorante, borracho de poder, sin visión de país. Si dejamos que un iletrado cursi siga mandando en Venezuela o dejamos intacto la maquinaria del desastre que ha montado, sin aplicarle el castigo que merece, Venezuela perderá su alma.
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