Por: Horacio Medina - Luego de múltiples vacilaciones y cierto temor que giraban entorno a esta carta y a su correcta interpretación, finalmente y, animado por nuestro inquebrantable espíritu democrático y nuestro compromiso de colocar nuestros principios y valores por encima de los intereses personales, decidí escribirla. Su destinatario, Ibsen Martínez, autor de la obra recientemente estrenada “Petroleros suicidas”:
Querido Ibsen, en primer término disculpa que me tome la confianza de tutearte y tratarte de manera llana y directa, aun cuando, tan solo hayamos podido conversar de manera ocasional y limitada, en aquellos tiempos distantes del 2002 y 2003. Además, tomo la iniciativa en virtud de tu respuesta al twitter que me permití dirigirte, preguntando por detalles de la obra, curiosidad que me sobrevino en función de los diversos correos electrónicos recibidos. Ciertamente, para que negarlo, tu respuesta me causó sorpresa y algunos momentos de confusión que me obligaron a repasar su lectura, varias veces. “Querido Horacio: Hay un modo infalible: venir a verla! !Tal vez no era la mejor respuesta pero la verdad, solo pensé decirte, lo siguiente: “Querido Ibsen, hay momentos donde lo infalible es improbable”. Me hubiese gustado tener, directamente de tu autoría, un comentario más amplio, pero puedo entender que, con dos obras en escena, múltiples entrevistas, en adición a tu trabajo cotidiano y la nueva obra en ejecución, tal como lo anunciaste en el programa de María Elena Lavoud el domingo, es poco el tiempo que te queda para dedicarlo a responder preguntas. Sin embargo, Querido Ibsen, también mi propia condición no me permite circunscribirme a tan escueta respuesta. Por supuesto, sin caer en la irresponsabilidad de opinar sobre una obra que no he visto y que muy probablemente no veré, me permito hacer varias precisiones en función de algunas de las entrevistas que has concedido en las últimas semanas. Además, reiterar mi convicción que si queremos un país democrático y tolerante, debemos aceptar el derecho que te asiste a tí y a cualquier otro ciudadano a expresar sus opiniones, aún cuando estas nos contraríen, sabiendo también que, dentro de un razonable marco de respeto, tenemos, no solo el derecho, sino el deber de hacer pública nuestras criticas u observaciones. En todo caso, me parece, en sí mismo, un valor agregado que alguien se atreva a poner el tema sobre la mesa, aun cuando no compartamos su visión. De modo que, mi Querido Ibsen, podríamos resumir mis comentarios en los siguientes puntos, sin orden de prioridad ni carácter cronológico. Veamos.
Querido Ibsen, en primer término disculpa que me tome la confianza de tutearte y tratarte de manera llana y directa, aun cuando, tan solo hayamos podido conversar de manera ocasional y limitada, en aquellos tiempos distantes del 2002 y 2003. Además, tomo la iniciativa en virtud de tu respuesta al twitter que me permití dirigirte, preguntando por detalles de la obra, curiosidad que me sobrevino en función de los diversos correos electrónicos recibidos. Ciertamente, para que negarlo, tu respuesta me causó sorpresa y algunos momentos de confusión que me obligaron a repasar su lectura, varias veces. “Querido Horacio: Hay un modo infalible: venir a verla! !Tal vez no era la mejor respuesta pero la verdad, solo pensé decirte, lo siguiente: “Querido Ibsen, hay momentos donde lo infalible es improbable”. Me hubiese gustado tener, directamente de tu autoría, un comentario más amplio, pero puedo entender que, con dos obras en escena, múltiples entrevistas, en adición a tu trabajo cotidiano y la nueva obra en ejecución, tal como lo anunciaste en el programa de María Elena Lavoud el domingo, es poco el tiempo que te queda para dedicarlo a responder preguntas. Sin embargo, Querido Ibsen, también mi propia condición no me permite circunscribirme a tan escueta respuesta. Por supuesto, sin caer en la irresponsabilidad de opinar sobre una obra que no he visto y que muy probablemente no veré, me permito hacer varias precisiones en función de algunas de las entrevistas que has concedido en las últimas semanas. Además, reiterar mi convicción que si queremos un país democrático y tolerante, debemos aceptar el derecho que te asiste a tí y a cualquier otro ciudadano a expresar sus opiniones, aún cuando estas nos contraríen, sabiendo también que, dentro de un razonable marco de respeto, tenemos, no solo el derecho, sino el deber de hacer pública nuestras criticas u observaciones. En todo caso, me parece, en sí mismo, un valor agregado que alguien se atreva a poner el tema sobre la mesa, aun cuando no compartamos su visión. De modo que, mi Querido Ibsen, podríamos resumir mis comentarios en los siguientes puntos, sin orden de prioridad ni carácter cronológico. Veamos.
1.- Con relación a la decisión de calificar el Paro Cívico Nacional, iniciado el 02 de diciembre de 2002 como Paro Petrolero lamento, mi Querido Ibsen, tener que ser muy concluyente, pero considero que además de negar que fueron otras facciones las que convocaron el paro, evade la aceptación que tuvo dicha convocatoria por vastos sectores del quehacer nacional que también participaron. Considero esta postura como una inexactitud histórica que solo apoya la alegoría oficial en detrimento de una realidad. Tal vez, ese paro cívico nacional fue inoportuno, extemporáneo, pero absolutamente justificado en su concepción original. Eso sí, te hago saber de manera explícita y segura que asumimos como Paro Petrolero el que convocamos en abril, bajo nuestra iniciativa y precisamente, para repeler, contrarrestar y desactivar la toma de PDVSA que se había gestado desde cenit del poder en Miraflores y que solo dos años después, fue reconocido en el discurso de Memoria y Cuenta en la Asamblea Nacional, en el 2004, por Hugo Chávez Frías. En ese caso, estoy seguro que todos los trabajadores de PDVSA, injusta e ilegalmente despedidos entre 2002 y 2003, estaremos contestes para asumir plenamente la responsabilidad de esa circunstancia. Con relación al Paro Cívico Nacional, pocos se atreven a asumirla, en particular “lideres” políticos que continúan practicando la política al viejo estilo, de acuerdo a un modelo agotado que abrió las puertas al chavismo. A ellos les resulta más fácil aceptar la versión del régimen y descargar la derrota en los petroleros. Mucho te podría contar de los intríngulis de ese proceso, estoy a la orden.
2.- Mientras pensaba y reflexionaba sobre las incontables notas recibidas al respecto, recordé uno de los escritos que más ha impactado mi vida y que ha logrado sobrevivir de computadora en computadora, aunque hoy día se puede consultar directamente por medio del señor Google. Me refiero, mi Querido Ibsen, al discurso de Gabriel García Márquez, “La Soledad de América Latina”, pronunciado en Estocolmo, al recibir el Premio Nobel de Literatura, en octubre 1982. Ese discurso del Gabo me impactó, justo cuando mi vida transcurría entre taladros, gabarras y lanchas, en el Lago de Maracaibo, en interminables y extenuantes guardias de 7 días por 24 horas, como miles de profesionales que laborábamos en la industria. De allí, me permito extraer este pequeño párrafo que hace alusión a los intelectuales europeos y su interpretación de la realidad latinoamericana y con el cual quiero apoyar, de alguna manera, parte de mis comentarios sobre la presentación de la obra “Petroleros suicidas”. “Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos”. GGM (octubre 1982). Solo quiero dejar claro que lo que se refleje en la obra es una visión de un sector de la sociedad que no necesariamente puede entender la otra visión y razón, menos aun cuando no fue consultada. La debemos respetar pero, mi Querido Ibsen, no la podemos compartir. Lamentamos también que la sociedad venezolana tampoco pueda ser capaz de entender lo que significó construir una Industria Petrolera como la que ha sido vilmente destruida. Te concedo razón, y hasta te apoyo, en el deseo legítimo de mejorar el conocimiento de esa sociedad venezolana, inmersa pero ajena al tema petrolero que luego de 100 años de explotación comercial sigue siendo un tema tabú y con un enfoque cada vez más rentista.
3.- Otro aspecto que considero bastante más delicado de lo que parece y que hiere y duele muy profundo, es el título “Petroleros suicidas”, más aun cuando en los comentarios de presentación de El Nacional, leí lo siguiente: “Una supuesta ola de suicidios entre los altos ejecutivos despedidos abren paso en “Petroleros suicidas” a una comedia negra, inteligente y divertida…”. Resulta, mi Querido Ibsen que los suicidios no son supuestos, existieron y tuve además el doloroso trance de saberlo de primera mano. Te digo más, no solo fueron trabajadores injusta e ilegalmente despedidos, fueron en casos desgarradores: hijos de esos trabajadores. Si a eso sumamos las muertes por enfermedades coronarias, cáncer, etc., todas asumidas con dignidad, de manera íntegra y muy en contrastante con la asqueante apología del cáncer que hace Hugo Chávez; los violentos desalojos en los Campos, como Los Semerucos, los divorcios, las pérdidas de bienes, el robo de la caja de ahorro, de prestaciones sociales, padres sin seguros de HCM, persecución laboral y política, podemos configurar, mi Querido Ibsen, un cuadro poco “divertido”. Sin embargo, en tu descargo, he pensado que el titulo tenga que ver más con una aproximación u opinión en torno a calificar como “suicida”, nuestra participación, tan individual como ciudadana, en el Paro Cívico Nacional. De ser así, me permito recomendar una aclaratoria que me resulta muy pertinente, aun cuando sigo sin compartir esa visión.
4.- Con relación a tu opinión mi Querido Ibsen sobre nosotros, vale decir que respeto tu opinión, aunque por supuesto, no la comparto, al menos de esa forma concluyente. No creo, mi Querido Ibsen, que todos éramos prepotentes, vagos o engreídos, al punto de creernos “irreemplazables”. De igual modo tampoco creo como piensan muchos que todos los que se quedaron en PDVSA eran mediocres, corruptos o resentidos. Tampoco pienso, como opinan algunos radicales, que todos los nuevos contratados son ineficientes, disociados o analfabetas funcionales. Ninguna de las tres. En la “vieja” PDVSA estaba ocurriendo un proceso de cambio integral e importante, gestado desde adentro que fue cercenado por la convicción totalitaria del poder de quienes lo asumieron en 1999 y que, luego de tres años, no dejo más espacio al dialogo y a la razón e impuso la violencia y la práctica fascista como método persuasivo. Finalmente, quiero reiterarte que no creo que pueda ver la obra, ya que las únicas opciones serian: una que el chavismo deje el poder antes que termine la temporada programada, lo cual veo muy difícil y poco probable y la otra que la obra tenga un éxito tan inusitado que se mantenga en cartelera hasta el año 2013 cuando inevitablemente se producirá un cambio de gobierno y entonces, muchos podamos regresar al país. Creo como dijo Cantinflas, “hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos”. Pienso que la obra y las circunstancias que la rodean así lo son.
PD: Mi Querido Ibsen, si finalmente te animas a escribir sobre la temática petrolera en busca de una visión alterna a Salvador de La Plaza, Rómulo Betancourt, Arturo Uslar Pietri, Juan Pablo Pérez Alfonso y las novelas que abordan el tema, cuanta conmigo y con un numeroso grupo de gente que estarían dispuestos a colaborar con la escritura de la historia.
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