ABC
09-12-2015
Madrid
Lo más difícil viene ahora
Jaime González
Manuel Caballero Agüero, uno de los pocos pensadores venezolanos de izquierda que no le bailó el agua a Hugo Chávez, dejó dicho que
«una de las mayores desgracias de Venezuela es que somos un país de plan B que pocas o raras veces ha tenido un plan A. Esto es: un modelo, una noción, un proyecto de nación sustentado no en la idea de que somos una mina de extracción, una taquilla de cobros, sino una comunidad con destino, con proyectos colectivos que van más allá del exclusivo provecho personal».
Me hubiera gustado saber lo que diría hoy Manuel Caballero sobre el futuro de Venezuela, pero la muerte se lo llevó calle arriba hace unos años. Supongo, en todo caso, que se habría calzado la boina y atusado el mostacho antes de preguntarse de nuevo: ¿Será que hay algo que nos impide apropiarnos de nuestro destino? ¿Será que no nos hemos terminado de fundar? ¿Será que en verdad Venezuela todavía no se ha fundado? La gran tragedia venezolana es que quien llega al poder termina reproduciendo el estado de cosas contra el que se rebeló y-en no pocas ocasiones- agravándolo. De Caballero Agüero no me seducía su pasamiento político, sino su libertad para pensar. Solía decir que en Venezuela «las revoluciones, más que acabar con las arbitrariedades, terminan siendo un cambio de arbitrarios».
Lo ocurrido el domingo en las elecciones legislativas -el triunfo aplastante de la oposición- tiene un punto épico que resulta emocionante, pero lo más difícil -aunque lo conseguido sea mucho- viene ahora. No nos engañemos: el voto de castigo del pueblo al régimen de Nicolás Maduro es la respuesta de millones de estómagos vacíos, una reacción natural que tiene su origen en la barriga y no tanto en la cabeza, por mucho que haya una parte de la sociedad venezolana que se haya distinguido por su arrojo -a costa incluso de la vida- en la defensa de la libertad. El chavismo creó una gigantesca red clientelar que veneraba al líder porque le servía de sustento; cuando la red se rompió por la caída del precio del petróleo, se rebelaron los millones de estómagos agradecidos. Para alcanzar la libertad, la oposición habrá de exhibir algo más que arrojo: mucha inteligencia y, sobre todo, muchísima unidad, porque si se imponen los personalismos, en esta hora decisiva, todo lo conseguido habrá caído en saco roto.
Es el momento de que quienes plantaron cara al régimen y han sido elegidos en las urnas entiendan que Venezuela no puede seguir siendo un proyecto inconcluso. Vuelvo a Caballero Agüero: ¿Qué le impide a Venezuela apropiarse de su propio destino? ¿Por qué Venezuela no se ha terminado de fundar? La respuesta es sencilla: Venezuela ha sido. hasta ahora, la mayor enemiga de sí misma. Y ya va siendo hora de cambiar
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