sábado, 16 de abril de 2011

"Nabucodonosor Chávez" ("...La realidad estorba al cínico, le molesta y prefiere ignorarla... puede ser su ruina total...")

"Nabucodonosor Chávez" ("...La realidad estorba al cínico, le molesta y prefiere ignorarla... puede ser su ruina total..."): "


POR:JUAN CARLOS APITZ .

Hoy se cumplen veintisiete días que los enfermeros venezolanos se declararon en huelga de hambre. Estos se mantienen a la espera de un pronunciamiento por parte del gobierno nacional sobre sus reclamos salariales. Además, el pasado jueves realizaron un paro nacional de seis horas en todos los hospitales y ambulatorios del país y, también, resolvieron que empezarán a coserse la boca como medida ante la falta de respuesta por parte del Presidente y sus ministros. Mientras tanto, el moderno Prometeo de Sabaneta da muestras de sordera y ceguera, o peor aún, de su habitual prepotencia. La misma prepotencia que destruyó al antiguo rey Nabucodonosor.
Cuenta la Biblia que el profeta Daniel (2, 31-36) fue citado para interpretar un sueño que le inquietaba mucho al rey Nabucodonosor, de Babilonia. En la pesadilla: 'Una estatua, una enorme estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti. La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla. Tú estabas mirando cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla y los pulverizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra'.

Con sabiduría divina dicen las Sagradas Escrituras que la peor ceguera es la de quien no quiere ver y la peor sordera la de quien no quiere oír. De la misma manera, la sordera voluntaria, provocada o sostenida por conveniencias descaradas, nos sumerge en un estado deplorable. Es sabido ya el motivo: la mirada de lo que debemos ver no nos satisface. Lo que vemos no lo consideramos halagüeño a nuestro gusto y preferimos, entonces, el envilecimiento de confesar públicamente que no hemos visto ni hemos oído nada.

Cuando se actúa cegado por la prepotencia, más o menos secreta, no solo somos incoherentes, sino también inconscientes. Pero no sólo inconscientes, sino también desvergonzados en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o propósitos censurables. Eso no es más que cinismo. La realidad estorba al cínico, le molesta y prefiere ignorarla o taparla con un dedo, aunque ésta tenga dimensiones astronómicas. Prefiere juzgar según su punto de vista, aunque lo sabe equivocado, descarta toda evidencia.

Ahora bien, aquellos que la ignoran, y más aun los que la niegan, conocen que es agobiante esta paradójica verificación: su espíritu a veces se oculta para engañarlos y lo deja obrar en la penumbra, sin buscar la claridad requerida. Con la falta voluntaria de visión y de oído se entrecruzan también otros hechos interiores que paralizan toda capacidad de pensar y decidir conscientemente. Están prontos para juzgar a los otros por sus actos, mientras se juzgan ellos por sus deseos. Para éstos todo es esencial y se autohalagan con esa apariencia, que la consideran su obra dilecta aunque también puede ser su ruina total.
En realidad, la verdadera valentía, más sonora que batirse en un campo de batalla, consiste en mirar primariamente, cara a cara, lo que no nos gusta y nos es adverso, para reconocerlo, aceptarlo y, si hace falta, corregirlo. Ya el escritor Marcel Proust aseveró: 'Entre los extraños a nosotros, debemos contar siempre con este a quien más le mentimos, porque es quien nos parecería más penoso que nos despreciase: nosotros mismos'.

Nabucodonosor se le había olvidado que fue Dios mismo quien lo había puesto por cabeza de las naciones. Luego de doce meses desde que Daniel le había declarado el significado del sueño y lo que debía de hacer para su tranquilidad, se le olvidó. Por lo que, la situación en que devino el Rey de Babilonia fue muy trágica: quedó como un animal en la tierra y recibiendo la lluvia en su cuerpo.

En fin, solo un paso separa a la altivez del infierno. La arrogancia insolente raya en la locura.

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Fuente:http://www.eluniversal.com/2011/04/16/nabucodonosor-chavez.shtml
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