lunes, 16 de abril de 2012

Señor Comandante Hugo Chávez Frías, Presidente de la República

Señor Comandante Hugo Chávez Frías, Presidente de la República:
Mons. Eduardo Herrera Riera
Obispo Emérito de Carora
C.I. 650.501

Carora 09 de abril

Se dirige a usted este anciano obispo emérito de Carora,con 84 años acuesta, que además padece las graves consecuencias de un fuertetratamiento de quimioterapia y de radioterapia, que me han dejadoextremadamente débil por haber rebajado 16 kilos de peso. Soy como un esqueletoambulante, que no se puede movilizar por sí solo, llevándome siempre en sillade ruedas. Todo eso me da la seguridad de que mi muerte está muy cercana. Detodo esto podrá deducir la sinceridad y el sano deseo que me mueven parahablarle con la mayor claridad...
Hay una frase de Jesús en el Evangelio, que por cierto laacaba de citar el Cardenal Urosa en Televisión, que dice: "No todo el quedice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple lavoluntad de mi Padre Celestial”. Usted ha dado diversas demostraciones de fe yde confianza en Dios, llamándolo "Diosito mío", abrazando y besandocrucifijos, visitando el santuario del Santo Cristo de La Grita y muchas otrascosas por el estilo. Si todo eso se hace con sinceridad, es muy laudable y selo aplaudo; pero, lamentablemente, eso no basta para recibir el perdón de Diosy entrar en el reino de los cielos. Es estrictamente necesario, además, repararel mal y las injusticias que se le han causado a las personas y a lasinstituciones, y que usted llevado por su soberbia, las ha cometido eninnumerables ocasiones. "El gran pecado" llama la sagrada escritura ala soberbia, y eso fue lo que llevó al bellísimo y poderoso arcángel Luzbel arebelarse y querer emular el poder de Dios, alzándose contra Él, junto con ungrupo de ángeles que le siguieron en su loca empresa. Pero Dios envió contraellos al poderoso arcángel San Miguel, que les presentó batalla y los vencióenviándolos a los terribles y eternos sufrimientos del infierno. Desde entoncesLuzbel, que ahora se llama satanás y que no ha perdido sus dotes deinteligencia y poder, no cesa de trabajar por llevar a su reino a todos loshumanos que desprecian el infinito amor y misericordia de nuestro padre Dios.
Como le decía, señor Presidente, usted ha cometido muchasy muy graves injusticias. Sólo para recodarle algunos casos más emblemáticos:La injusta prisión de María de Lourdes Afiuni y la de los tres comandantes dela policía; y así como ellos, innumerables casos más que han hecho sufrir muygravemente a ellos y a sus familias.  Todo eso debe y puede ser reparadocon una orden suya, que estoy cierto se cumpliría de inmediato de abrir las puertasde las prisiones a todos los presos políticos y, además, las puertas del país atodos los exiliados que se han visto obligados de abandonar su patria huyendode las casi seguras represalias.


Prédica de violencia



Hay, además, Presidente, otro mal tremendo que le hacausado al país: Su inexplicable prédica de odio y de violencia que le hanproporcionado a casi todas las ciudades de nuestra patria ese doloroso río desangre que diariamente corre por nuestras calles. Usted como Jefe del Estado,es el que tiene la gravísima obligación, en primerísimo lugar, de procurar lapaz y la seguridad de los venezolanos, empezando por todo aquel que posea unarma ilegalmente; atacando con firmeza y decisión a todos los grupos violentos,después de un estudio serio realizado y llevado a cabo por técnicos en lamateria que los hay muy buenos en el país. Lamentablemente usted ha sido muydébil y descuidado en enfrentar ese gravísimo problema. Si no se enfrenta condecisión y valentía a solucionar ese terrible mal,  también Dios le pedirácuentas de su negligencia.

Habría, señor Presidente, algunos otros pecados sobre loscuales debería llamarle la atención, pero no quiero terminar sin hacerle ver suculpa en su inexplicable negligencia de enfrentar con decisión la horrorosacorrupción que asola a Venezuela, tanto es así que muchos piensan en sucomplicidad en esos -hechos. De allí se deriva la venalidad de la mayoría delos jueces que dictan sentencias injustas, las decisiones tomadas por los altospoderes del Estado que maneja a su leal saber y entender sin control ni respetoala Constitución y a las leyes. De todo eso le tomará cuenta Dios, si Ud. nocorrige de inmediato esas graves faltas.
Le dirijo esta ya larga carta, públicamente, porquequiero que la lean también sus seguidores. También ellos, si quieren salvar susalmas, tienen la gravísima obligación de pedir con la mayor sinceridad de suscorazones el perdón de Dios y de reparar todas las tropelías e injusticiascometidas.
Como podrá apreciar, mi estimado Presidente, le hehablado, quizás con mucha rudeza, pero con el mejor y más santo deseo de quealgún día nos encontremos gozando de la felicidad eterna en el Reino de nuestroDios y Señor.
Atentamente,
Tomado del: DIARIO EL IMPULSO(Martes, 10 de Abril de 2012)

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